La libertad de prensa es una base fundamental para la vida democrática de una sociedad sana, informada, plural, crítica y de diálogo. Sin prensa independiente, la población no sabría si se están cometiendo abusos de poder, corrupción o ilegalidades desde el Estado.
Platicando recientemente con mi padre me contaba que durante la época de la guerra civil salvadoreña allá por 1987, él acercaba un viejo radio a la panza de mi mamá cuando estaba embarazada y yo dentro de ella, y me ponía música de la agrupación venezolana “Los Guaraguao”, pero lo hacía en la noche, en lo secreto y a muy bajo volumen porque era prohibido y peligroso que el ejército salvadoreño supiera que alguien oía esa música de protesta.
Escuchar esa afirmación hoy, 33 años más tarde y viviendo en paz y democracia, me causa escalofríos pues ¿Quién podría imaginar que la vida corría peligro por el hecho de escuchar una canción que contrariaba al poder de turno? Y no se diga si lo hacías de día a todo volumen, la cantabas o en acciones más atrevidas, adoptabas sus letras a tu estilo de vida.
Pero ese sentimiento escalofriante de censura me toca ahora vivirlo a mí. Ya no estamos en guerra, pero ahora es peligroso expresar opiniones cuando son contrarias al poder de turno. Ya no te matan por disentir del poder, pero te expones a ser atacado por hordas de cuentas falsas en redes sociales, y por funcionarios y simpatizantes de gobierno. El riesgo de opinar en contra en este momento en El Salvador te puede traer amenazas de muerte, descredito, difamación, montajes, memes y ciberbullying, algo que el mismo presidente del país practica y alienta contra quienes se le oponen o lo contrarían, al mejor estilo del manual de los dictadores.
El escalofrío de la censura me volvió a llenar de incertidumbre cuando la organización Reporteros Sin Fronteras dijo en su más reciente informe 2021 que El Salvador había caído ocho puntos en la libertad de prensa a nivel mundial debido al bloqueo del acceso a la información pública y a ataques y hostigamientos desde el gobierno a medios y periodistas independientes, que deriva en una dictatorial manera de poner a los periodistas y a la prensa crítica como “enemigos del pueblo” como todo un buen populista.
Uno de esos medios críticos y contrapoder que hace periodismo independiente, es la Revista GatoEncerrado que tengo el honor de haber cofundado y que codirijo. Desde 2019 que Nayib Bukele llegó al poder, la valentía se mezcla con la incertidumbre en el día a día del ejercicio periodístico que hacemos. En la redacción bromeamos con buscar un país para asilarnos, pero en el fondo, desearíamos que eso no llegase a suceder. Desearíamos poder investigar temas, tener acceso a información pública, acceso a entrevistas con funcionarios, desearíamos entrar a las redes sociales y no encontrar amenazas, burlas, desprestigios y ataques.
La incertidumbre de los periodistas independientes en El Salvador se agravó con la pandemia de la desinformación y el bloqueo de información pública. El gobierno también se ha tomado el Instituto de Acceso de Información Pública (IAIP) desterrando a quienes les eran oposición y negando información a la prensa.
Durante la pandemia también hubo restricciones a conferencias de prensa. Además, el presidente Bukele tomaba horas de cadenas nacionales de radio y televisión para atacar a periodistas que cuestionaban lo opaco de su administración sanitaria. Ninguneó llamados de atención de congresistas estadounidenses que le exhortaban a abstenerse de atacar la libertad de prensa en El Salvador. Los periodistas críticos son objeto de burlas, de memes en redes sociales, crean cuentas falsas con sus nombres y rostros para publicar mentiras y ofensas.
Pero Bukele ha ido más allá al montar persecuciones fiscales injustificadas contra medios contrapoder como El Faro, quien también ha señalado que sus periodistas sufren persecución física y sospechan que sus telecomunicaciones están intervenidas. Y ahora, con un golpe de Estado a la Corte Suprema de Justicia por parte de la Asamblea Legislativa a favor de Bukele, y un fiscal general impuesto a su medida ¿Quién nos garantiza que no habrá persecución jurídica contra la prensa crítica y opositores?
¿Quién puede salvar a El Salvador del desgaste de su democracia? Temo el día en que, como en la guerra, sea delito grave no solo escuchar música antisistema, sino tuitear una opinión crítica. O que se les ocurra cerrar o confiscar medios, o capturar a periodistas con delitos inventados. Temo que el día en que el periodismo independiente en El Salvador sea en lo secreto, en la clandestinidad, porque si el poder te descubre, corres peligro.
En una audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en diciembre de 2020, el Estado salvadoreño, representado por abogados, argumentaba que en El Salvador hay libertad de prensa porque “no se matan periodistas ni se cierran medios”. Como si debiésemos agradecer los periodistas que aún estamos vivos, o como si solo eso es garantía de la libertad de prensa.
La libertad de prensa es una base fundamental para la vida democrática de una sociedad sana, informada, plural, crítica y de diálogo. Sin prensa independiente, la población no sabría si se están cometiendo abusos de poder, corrupción o ilegalidades desde el Estado.
Mientras tanto, la incertidumbre nos embarga a diario a los medios independientes. Reforzamos todos nuestros protocolos de seguridad esperando no tener que usarlos. Pero ante ese temor que a diario se vuelve más fuerte, tenemos una consigna: “A más ataques, más periodismo de rigor, ético, independiente, profesional y valiente”. No nos van a callar.
Mario Beltrán es *Cofundador y director administrativo de la Revista GatoEncerrado El Salvador. Comunicador, docente universitario y estudiante de la Maestría en Comunicación estratégica